En medio de revolución que aún vivía Pigüé con la celebración del Centenario de Pigüé, el TC 2000 llegaba al autódromo local para disputar la anteúltima cita de aquel año. Allí, un hijo de esta ciudad llegaba como uno de los principales animadores del torneo. Mario Rodolfo Gayraud ya había demostrado credenciales en los campeonatos anteriores y se había ganado el derecho de soñar con coronarse Campeón en un año tan particular para su tierra.
Enfrente estaba un inspirado Esteban Fernandino, que llegaba a Pigüé con 6 victorias consecutivas y 7 puntos de diferencia a su favor con respecto al joven Gayraud. La contundencia del pringlense parecía jugar ampliamente a su favor, pero el pigüense de 27 años por aquel entonces, había demostrado una importante regularidad al momento de la sumatoria de puntos, y era lo que en definitiva lo mantenía vivo en esta definición. Mario, que no puede evitar emocionarse al hablar de esta carrera, recuerda que “ese fin de semana hicimos el primer tiempo en la clasificación y nos dimos cuenta de que teníamos un gran auto. El domingo ganamos la carrera ante un marco de público impresionante, recuerdo que una vez terminada la carrera no me podía bajar del auto porque la gente había invadido el parque cerrado y estaba encima de al Taunus. Entre la Policía y varios de mis mecánicos lograron abrir la puerta y me subí a los hombros de Oscar González y él fue el que me llevó hasta el podio”.